martes, 18 de noviembre de 2008

LOS EVANGELICOS Y LA POLITICA


Elementos para una evaluación de la experiencia política de evangélicos
Dr. Samuel Escobar
Profesor de Misionología

Eastern Baptist Theological Seminary
Debido a la presencia creciente de candidatos y partidos evangélicos, necesitamos encontrar criterios éticos, teológicos y pastorales de evaluación del quehacer político, especialmente de aquel que se presenta como evangélico o que solicita en forma específica el voto de los evangélicos. Sobre estos criterios la Fraternidad Teológica Latinoamericana ha venido reflexionando durante las últimas décadas y ha publicado una parte del fruto de esa reflexión.
Due to the increasing presence of evangelical candidates and political parties, we must find ethical, theological and pastoral criteria for evaluating the performance of politicians, especially of those who present themselves as evangelicals or specifically seek the evangelical vote. In recent decades the Latin American Theological Fraternity has been discussing such criteria and has published some of the fruit of those discussions.
INTRODUCCIÓN
Durante las dos últimas décadas un número creciente de evangélicos han pasado a figurar activamente como candidatos y actores en los procesos políticos y electorales de diversos países latinoamericanos. Esto no significa que antes no haya habido acción política y reflexión sobre ella de parte de los evangélicos. He estudiado publicaciones evangélicas de principios de siglo en México, Argentina, Puerto Rico, Brasil y Perú, y ellas reflejan una clara conciencia de las coyunturas políticas que rodeaban la acción misionera y un propósito firme de contribuir a la modernización de estos países y a la creación de estructuras sociales más justas. Más recientemente, la cuestión de la responsabilidad social y política de los evangélicos en América Latina se ha venido planteando con insistencia desde la década de los sesenta. Es importante no perder de vista este proceso histórico cuando quiera que se plantea la reflexión para evaluar la situación actual.
Experiencias políticas de evangélicos
Lo distintivo de estos últimos años es la presencia creciente de candidatos evangélicos y la aparición de agrupaciones políticas o partidos evangélicos. Entre los sectores de activismo político en las sociedades latinoamericanas ya hay una toma de conciencia de que los evangélicos pueden constituirse en un factor electoral importante o decisivo para los procesos democráticos. De allí la necesidad que tenemos de encontrar criterios de evaluación del quehacer político, especialmente de aquel que se presenta como evangélico o que solicita en forma específica el voto de los evangélicos.
Necesidad de criterios de evaluación
En la medida en que un político aduce su condición de evangélico para obtener votos de los evangélicos o el apoyo de éstos a su gestión, contrae un compromiso con la comunidad evangélica. Ella, en consecuencia, tiene que convertirse en el marco de responsabilidad y rendición de cuentas del político evangélico. Desconocer estos principios básicos lleva a la fácil manipulación del potencial político evangélico y al abuso de la credibilidad de la comunidad evangélica. El fenómeno termina por ser contraproducente, especialmente por el hecho de que los evangélicos constituyen minorías ciudadanas y por ello están más propensos a recibir el juicio o la condena de la sociedad, la opinión pública y los medios de comunicación. Cuando un político católico cae por corrupto nadie señala el hecho de que es católico, pero cuando cae un político evangélico, su militancia religiosa es lo primero que los medios de comunicación destacan.
No se debe olvidar que en el caso de minorías como los evangélicos, su imagen social es una construcción cuidadosamente elaborada por las clases dominantes. Tanto la Iglesia Católica Romana como las izquierdas latinoamericanas han persistido en construir una imagen distorsionada y negativa de las minorías evangélicas. Bien sea por buscar aceptación académica, o por un mal entendido ecumenismo, algunos académicos protestantes se han unido al coro mayoritario en la construcción de esa imagen. Los casos de autoritarismo y genocidio que se asocian con el General Ríos Montt en Guatemala o el apoyo de los pentecostales chilenos al golpe militar del General Pinochet se han utilizado hasta el cansancio como argumento contra todos los protestantes latinoamericanos. De esta manera, algunas de las más notorias incursiones de evangélicos en la política partidaria o electoral han servido para proveer nuevas municiones al arsenal de los tradicionales enemigos de la presencia evangélica en América Latina.
Este fenómeno le agrega urgencia a la necesidad de plantear un sentido más claro de la responsabilidad y rendición de cuentas que demanda el uso de la pertenencia y lealtad a las filas evangélicas como recurso político. Sin embargo, la razón más poderosa para procurar criterios de evaluación es la necesidad de coherencia entre lo que se confiesa como la fe bíblica y evangélica, y la ética que se practica en la vida política: eso que los evangélicos llamamos "el testimonio". El requisito de coherencia está en la base misma de la fe. En palabras de Jesús: "por sus frutos los conoceréis".
Los elementos necesarios para la evaluación de la participación de los evangélicos en la política se pueden agrupar alrededor de tres criterios: el de la ética, el de la teología y el de la pastoral, todos ellos íntimamente conectados. En el presente trabajo me propongo solamente enunciar las tareas y los desafíos que se nos presentan, y también resumir el resultado de la reflexión teológica que se ha ido dando dentro del marco específico de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL).
Criterio ético
Existe una ética política predominante, expresada en las normas constitucionales, en la legislación y en las normas jurídicas de cada nación latinoamericana. Una amplia gama de fuentes ideológicas ha ido nutriendo sucesivamente esta especie de consenso social ético. Se pueden identificar algunas de las corrientes que han hecho su aporte a este consenso: la tradición ibérica del catolicismo colonial, el liberalismo de los procesos emancipadores, la utopía social marxista transformada en herramienta de crítica social, la social-democracia ejemplificada por el aprismo continental, el social-cristianismo católico forjado por el neo-tomismo y su derivación hacia la izquierda en las corrientes liberacionistas posteriores al Concilio Vaticano II. En general se tiene la impresión de que los evangélicos no hemos hecho aportes específicos al consenso ético predominante en nuestras sociedades latinoamericanas. Parece que todavía es aplicable aquello que decía Schuurman hace un cuarto de siglo:
No se necesita utilizar muchas palabras para sustentar la tesis de que evidentemente las Iglesias Evangélicas han actuado a menudo como si no fueran protestantes. Su actuación en los países de América Latina se caracteriza más bien por la pasiva aceptación de las estructuras existentes.
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Diecisiete años después de Schuurman, en el marco de la reflexión llevada a cabo dentro de la FTL, René Padilla nos recordaba que "la necesidad de una reflexión evangélica sobre política es una necesidad sentida", y que "en América Latina la teología política tiene un largo camino que recorrer".
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Mientras se lleva a cabo la tarea teológica y docente, los elementos con que contamos para la evaluación ética de los políticos evangélicos son, para empezar, aquellos principios éticos nominalmente aceptados en la sociedad, insistiéndose en la necesidad de coherencia entre la teoría y la práctica. En relación con ellos, la primera tarea es el conocimiento de esos principios y la identificación de las cuestiones específicas en las cuales puede haber un aporte nuevo y creativo desde la postura evangélica. En este proceso de identificación nos encontraremos con que hay un terreno ético común, aceptable tanto para la mayoría católica como para minorías como los evangélicos y los judíos. Como la participación política requiere la capacidad de establecer alianzas coyunturales y formas de cooperación a largo plazo, esta identificación de un terreno común es elemental pero reviste gran importancia.
Es más evidente en años recientes que un mal que corroe la vida política latinoamericana es la corrupción. Los regímenes del signo más diverso han mostrado esta llaga en nuestras sociedades, y de hecho parece que es señal de una tendencia general de la política hoy día. La tarea de identificar principios éticos comunes lleva pronto a comprobar que pese a la aceptación universal de los mismos, y a que ellos están incorporados en la legislación, la corrupción predominante es un factor que hay que entender, detectar y combatir. Dentro del ámbito judío de su tiempo Jesús enseñaba a sus discípulos: "les digo a ustedes, que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley" (Mt. 5: 20 NVI). Jesús demanda un nivel de conducta más elevado que el nivel nominal predominante. Una vez identificados los principios éticos que rigen la vida política, se espera que el discípulo de Cristo cumpla la norma y aun vaya más allá. Lamentablemente algunos evangélicos que han actuado en política han demostrado que su profesión de fe no los hace inmunes a la corrupción propia del ambiente. Un par de ejemplos lo ilustran. La estrepitosa caída de Serrano Elías en Guatemala—por comprobada inmoralidad, entre otras razones—dejó un profundo desengaño en la comunidad evangélica guatemalteca. En el Perú, buscando elementos de moralización y lucha contra el enriquecimiento ilícito de políticos, la oposición al gobierno después de 1995 propuso que los congresistas y funcionarios públicos hiciesen una declaración pública de sus bienes al comienzo de su gestión. Ninguno de los congresistas evangélicos—todos los cuales eran parte de la mayoría gobiernista—aceptó este reto que por un sentido elemental de corrección ética habría que tomar en serio.
Criterio teológico
Me refiero aquí a un trabajo de reflexión teológica que sea específicamente evangélico. Este se manifestará en una reflexión ética pero tendrá que empezar por el nivel de la identificación de aportes específicos que pueden salir de la teología protestante. En este aspecto enfrentamos un problema. Poco se ha reflexionando desde posturas protestantes específicas. La generación fundadora del protestantismo latinoamericano, por medio de personas como Erasmo Braga, Gonzalo Báez-Camargo y Alberto Rembao, empezó una tarea de reflexión teológica. Trabajos históricos recientes están recuperando esta herencia. Debemos agradecer a la nueva generación de historiadores evangélicos que viene explorando el tema, no tanto con criterio reivindicativo sino para establecer mejor los hechos, utilizando nuevas fuentes disponibles y nuevos trabajos de historiadores que ven al protestantismo latinoamericano "desde fuera". Una muestra de este trabajo ha sido compilada por el historiador peruano Tomás Gutiérrez.
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Durante la aguda crisis que siguió a la revolución cubana en la década del sesenta, fueron los teólogos de ISAL los que iniciaron una nueva reflexión ética política, seguidos por los teólogos ecuménicos que abrazaron diferentes vertientes de las teologías de la liberación. Bien sea por la extrema polarización ideológica que imponía el paradigma marxista, por ecumenismo mal entendido, o por un exceso de autocrítica, una nota común a casi todos estos teólogos fue que no exploraron las posibilidades de la teología protestante. Como si tuviesen vergüenza de su raíz evangélica, procedieron con demasiada timidez en cuanto a los aspectos específicos del pensamiento protestante que una generación anterior había destacado.
Una excepción lúcida la constituye José Míguez Bonino, cuyo trabajo sistemático procuró elaborar algunos puntos críticos derivados de su visión protestante, pero no profundizó en ellos.
4 En mi opinión una profundización por su parte hubiese sido necesaria para ayudarnos a deslindar posturas. Había algunos puntos en los cuales su pensamiento parecía demasiado dependiente del paradigma liberacionista.
En América Latina nos movemos dentro de cosmovisiones y paradigmas determinados todavía por la cultura católica ibérica con su corporativismo, su visión de la Iglesia de Roma como un poder temporal con funciones de "Madre y Maestra", su tradicional uso de medios de coerción estatal para evangelizar o imponer una ética social, su actitud de superioridad espiritual frente a las minorías religiosas. Los evangélicos que han reflexionado sobre estos temas no se dan cuenta hasta dónde están ellos también condicionados por algunas de estas percepciones.
Un ejemplo ilustra lo que está pasando. Todo el discurso católico respecto a las minorías étnicas parte de una presuposición de que dichas minorías le pertenecen a la Iglesia, que ella debe protegerlas de la modernización, que ella sabe lo que más les conviene a estos ciudadanos, que la presencia de predicadores o misioneros protestantes divide a las comunidades. El discurso marxista copió este esquema básico del catolicismo tradicional, sólo que transfirió el "maternalismo" de la Iglesia Católica Romana al del Partido Comunista o sus organizaciones de fachada, que son quienes saben lo que les conviene a las minorías y se dedican a "protegerlas". Más adelante, el protestantismo liberacionista repite ambos discursos sin detenerse a reflexionar sobre la validez del esquema. La conversión de minorías étnicas al protestantismo con el cambio cultural consiguiente ha sido estudiada por antropólogos y sociólogos, y constituye un fenómeno socio-político sobre el cual todavía los evangélicos no han reflexionado lo suficiente. Aún está por plantearse el cambio de paradigma que se impone para entender este aspecto de la vida social de una minoría religiosa emergente poseída de la fe y la experiencia transformadora. He empezado a trabajar el tema en dos publicaciones relativamente recientes.
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Tenemos que reconocer con Mehl que el desarrollo de procesos como la modernización y la toma de conciencia de la importancia de las estructuras sociales en determinar las acciones individuales han forzado a todas las Iglesias cristianas a "una profunda refundición de la ética", ya que las formulaciones que habían servido por generaciones habían estado "ampliamente condicionadas por una situación social que ya no existe". Mehl reconoce también que esto ha llevado a un retorno a las fuentes, el cual
obliga a remontarse más alto hacia la Biblia y la época patrística, no porque el condicionamiento social no jugara un papel a nivel de la época bíblica y patrística, sino porque es posible deducir de la Biblia en particular un cierto número de exigencias y de inspiraciones, vinculadas al kerygma apostólico, que pueden ayudarnos a dar a nuestra vida presente un significado ético.
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Luego de reconocer la reconstrucción general que tiene lugar, este autor identifica áreas específicas de divergencia clara entre una ética católica y una protestante. Señala el problema antropológico de naturaleza y sobrenaturaleza, el de la ley natural y la moral natural, el significado de la secularización, y el de la relación alma, cuerpo y vida sexual. Todos éstos tienen relación con la ética política, y quiero destacar aquí el significado de la secularización, porque éste es un problema particular de la vida política latinoamericana. Mehl señala que la ética católica "se resiste a ver la oportunidad que ofrece la secularización a la acción de la Iglesia, así como rehusa también la idea de que el mundo de la política sea un mundo plenamente secularizado".7 Por eso es que sigue reclamando que se conserven en la sociedad estructuras religiosas en las cuales la Iglesia pueda apoyarse, y en el caso latinoamericano, a pesar del hecho de que la mayoría de la población no se rige por las directivas de la Iglesia en materias como, por ejemplo, la planificación familiar. Por el contrario,
la ética protestante, no siempre de hecho, pero al menos sí de intención, acepta que la esfera política esté secularizada, a fin de que la Iglesia pueda penetrar libremente en ella, que pueda en su seno defender e ilustrar los valores a los que ella atribuye, a causa de la palabra de Dios, un alto precio: los valores que pueden ser signos del Reino de Dios.
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Como evangélicos latinoamericanos todavía no hemos trabajado esta temática teológica en sus consecuencias para nuestra ética política. Peor aun, me temo que varios políticos evangélicos latinoamericanos han cedido más bien a la tentación de ser capellanes alternativos que bendicen ciertos regímenes en el más puro estilo católico tradicional.
La validez de esta convicción protestante se tiene que probar dentro de las condiciones de la posmodernidad, caracterizada por una persistencia y aun una intensificación de la religiosidad, que requiere un nuevo discernimiento. Sin embargo, creo que todavía es importante que tomemos como un elemento de evaluación del trabajo político de un evangélico, no tanto su habilidad para salvaguardar un lugar para el discurso religioso en la vida social, sino más bien su participación eficaz en la creación de nuevas condiciones sociales que permitan que se haga posible la vivencia de los valores del Reino de Dios.
Criterio pastoral
Denomino criterio pastoral el de la aplicación de la reflexión teológica, expresada en principios éticos, a la formación del pueblo de Dios. Esta formación incluye la docencia a través de la predicación y las múltiples agencias educativas de las iglesias, docencia que debe alcanzar de modo especial a los evangélicos ocupados en la acción política. La acción pastoral hacia dichos activistas no se limita a que los pastores se ubiquen en función de docentes, sino que también incorporen a su reflexión y su búsqueda de respuestas aquellas preguntas que vienen desde la práctica política, desde lo que podemos denominar la frontera del servicio. La comunidad evangélica como marco de responsabilidad y rendición de cuentas para los políticos debe ser también un marco de ministerio a éstos. Por lo tanto, la pastoral incluye también la continua provisión de enseñanza bíblica y teológica que permita a la comunidad y a los políticos evangélicos ir interpretando la realidad política y las exigencias que plantea a la responsabilidad ciudadana de cada evangélico y a la actividad especial de quienes han sido llamados a la vida política.
Este criterio pastoral requiere un análisis de la situación de las iglesias dentro de la coyuntura del país, e incluye la creación de mecanismos de consulta y opinión para un continuo esclarecimiento. Dentro de los principios generales que se pueden considerar propios de la ética protestante, tiene que darse una selección coyuntural de aquellos que precisan destacarse. En última instancia el criterio pastoral presupone la búsqueda del bien de la nación que no debiera estar en contradicción con el bien de la comunidad evangélica. Veamos ahora algunos elementos teológicos y éticos que han ido formulándose en el trabajo de la FTL. Ofrezco aquí el resumen de un trabajo más extenso que se presentó al cumplirse los primeros veinte años de su fundación.
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Los fundamentos de una formulación de ética política aplicable a la pastoral se han trabajado en la FTL desde su fundación, pero especialmente en la reflexión de las consultas sobre "Etica social" (Lima, julio 1972) y "El Reino de Dios" (Lima, diciembre 1972), cuyos trabajos pueden verse en libros compilados por René Padilla.10 Luego en 1983, en la reunión de Jarabacoa (República Dominicana), dedicada al tema de "La teología y la práctica del poder", se plantearon con mayor precisión los temas de la justicia, el poder político y el testimonio evangélico. Para ese momento, dos circunstancias habían contribuido a enriquecer y ampliar la reflexión. Por un lado, la ola de democratización en la vida política del continente luego de pesadas dictaduras militares, la cual abrió de nuevo la posibilidad de participación política en varios países. Por otro lado, el hecho de que a esa altura había ya toda una práctica política de parte de los evangélicos que constituía un aporte importante a la reflexión, y algunas ideas que circularon en consultas previas habían adquirido mucha mayor concreción.
El trabajo de Jarabacoa respecto al poder político concluyó aceptando la validez de dos principios importantes que proveen elementos de fundamentación y evaluación de la acción política evangélica. Primero, que el poder humano no tiene origen y explicación en sí mismo, sino dentro del marco más amplio de la acción soberana de Dios en el universo y en la historia. Segundo, que el cristiano es convocado a participar en la tarea de crear instituciones y formas de relación humana que permitan que los seres humanos vivan según el propósito de Dios.
Así Padilla afirmaba que la enseñanza paulina en Romanos 13 sigue la línea de los demás autores bíblicos y sostiene que "la autoridad del Estado...es una autoridad delegada por Dios en función de un orden necesario para la vida social".
11 Este principio apoya por un lado la validez del Estado y por otro provee un criterio para evaluar el ejercicio del poder por parte de los gobernantes. Sidney Rooy resumió el desarrollo histórico de la visión reformada y su aplicación en el calvinismo clásico, bosquejando luego algunos indicadores para políticos latinoamericanos:
El objetivo primordial del gobierno y por lo tanto del político cristiano es el de alcanzar la equidad y la justicia en todo su territorio dando prioridad a los pobres y oprimidos. La autoridad de todo gobierno es derivada, secundaria y limitada porque está condicionada al fiel cumplimiento de la tarea que le ha sido encomendada.
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El fundamento bíblico sobre el tema de la justicia fue tratado con seriedad hermenéutica por Padilla,13 y la "Declaración de Jarabacoa" resumió, por un lado, el ejercicio de profundización en la fuente bíblica y, por otro, la práctica de los cristianos que estaban allí presentes.14 En los años siguientes a la reunión de Jarabacoa, este documento tuvo fuerte repercusión pastoral en algunas situaciones críticas como las de Nicaragua, Perú y Brasil. El tema de la justicia se ubica en la Declaración entre los principios para la acción política, en los cuales se señala el valor de la persona, la verdad, la libertad y la justicia.
En un orden de derecho, la justicia es la aplicación de la ley con el fin de que cada persona logre la realización de sus derechos y cumpla la imposición de sus deberes en la sociedad. Para que estos fines se realicen, la administración de la justicia deberá ser imparcial, equitativa, accesible, independiente, rápida y eficaz. Habrá justicia allí donde todo ser humano encuentre en el orden jurídico un recurso donde ampararse del abuso y donde defenderse del atropello de sus derechos. Una acción política justa es aquella que vela porque la justicia alcance a todos, especialmente a los pobres y marginados de la sociedad.
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El encuentro de misioneros latinoamericanos que trabajan en proyectos de misión integral (Huampaní,1987) ofreció mayores precisiones sobre las características de una sociedad justa, las metas hacia las cuales debiera encaminarse la acción transformadora integral de los evangélicos. Las notas reflejan la contribución teológica y también el aporte de la experiencia y el uso de las ciencias sociales. Se examinan críticamente diversas teorías de desarrollo social explicando el sentido de la propuesta:
Ahora bien, al tratar de la transformación integral en relación con las diversas teorías de desarrollo, no queremos decir que ésta sea una teoría mejor que ninguna de éstas. Más bien, queremos señalar la contribución única y propia que la Iglesia de Jesucristo puede hacer al cambio de las condiciones de vida de la gran mayoría de habitantes de nuestro continente. No se trata, pues, de otro "modelo de desarrollo", sino más bien de las condiciones indispensables que cualquier modelo de desarrollo y cualquier esfuerzo de cambio debe cumplir para ser verdadero desde el punto de vista cristiano.
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Algunos de los principios que se proponen podrían servirle al político evangélico para la evaluación de proyectos, instituciones o medidas legislativas. El marco general es el de una transformación integral que debe facilitar la transformación espiritual del individuo y de la sociedad.
Debe buscar sostener la vida y llenar las necesidades básicas del ser humano.
Debe buscar la igualdad en la distribución de los bienes y recursos necesarios para la vida.
Debe buscar la justicia. …La justicia en la Biblia no es meramente distributiva ni retributiva sino más bien restitutiva, que se preocupa por devolver al débil, al pobre, lo que le ha negado por tanto tiempo la sociedad.
Debe buscar la dignidad, el sentido del valor personal y social.
Debe buscar la libertad, pero no la libertad del fuerte para aprovecharse y oprimir al débil.
Debe buscar la participación y reciprocidad de todos los componentes de la sociedad.
Debe buscar que la transformación encaje en la cultura local.
Cualquier esfuerzo de desarrollo debe preservar y cuidar el ambiente natural.
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En el trabajo de la FTL en los años más recientes la reflexión sobre la Economía ha ocupado un espacio importante, en especial la crítica a las tendencias neoliberales predominantes desde hace una década. Queda todavía por hacer un aporte que resultaría valioso y original desde nuestra particular posición evangélica: el tema de la creación de riqueza. Lo que quiero decir es que la práctica evangélica de personas y grupos que trabajan en programas de desarrollo económico demuestra la necesidad de romper patrones de dependencia de fuentes de financiación extranjera, y generar fuentes de riqueza en nuestro continente. Diversos estudiosos de la realidad latinoamericana han llamado la atención a concepciones feudales del catolicismo misionero del siglo XVI que impusieron una especie de "economía latina" en la cual se sospecha profundamente del empresario y el espíritu de empresa. La propia práctica de las iglesias populares evangélicas demuestra la capacidad asombrosa de los pobres para la empresa y la generación de riqueza en el nivel de la vida de la iglesia. En ella hay principios que podrían extenderse a la vida económica de la sociedad en general. Así el aporte evangélico a largo plazo sería algo más que la retórica anti-neoliberal que se limita a reproducir los esquemas del discurso liberacionista.
Otra línea de reflexión válida desde una perspectiva pastoral hacia los políticos evangélicos aparece también en algunos de los trabajos de Jarabacoa, y es otro aporte que proviene de la reflexión evangélica de las dos décadas pasadas en relación con el tema del poder político. Se observa un predominio de la línea teológica que, partiendo de la enseñanza bíblica, ve la función de la iglesia y la teología en la relativización del poder político y su desmitificación, y en la creación de una comunidad alternativa que encarne los valores del reino de Dios. Señalábamos hace dos décadas la raíz anabautista de esta postura, en la cual hay plena consciencia de que el ejercicio del poder lleva a extremos anticristianos, y que el cristiano debe estar en guardia contra ellos.
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El trabajo más promisorio y que abre caminos en el campo de la reflexión ética y política informada por la ciencia histórica y las ciencias sociales se lo debemos al sociólogo Paul Freston del Brasil.19 Su libro sobre los evangélicos en la política brasileña está basado en trabajo de campo y reunión de datos sobre el ideario y la conducta de una muestra representativa de políticos evangélicos. Al dato empírico, sin embargo, se le agrega un conocimiento adecuado del contexto social y un planteamiento ético claro y pertinente. Secciones importantes de este libro han sido presentaciones en congresos y reuniones en los cuales los políticos evangélicos se han visto confrontados por un auditorio representativo de esa comunidad evangélica ante la cual deben ser responsables. Freston encarna el tipo de presencia docente y profética que las comunidades evangélicas necesitan en esta hora crítica de su inmersión en el quehacer político latinoamericano.
1 Lamberto Schuurman, Etica política (Buenos Aires: Methopress,
1974), pág. 45.

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